La novelista mexicana Mónica Lavín asume el acto de escribir como quien analiza por un cristal de aumento seres invisibles.
Contar que el personaje muere no es 'spoilear' la novela porque Lavín lo deja claro en la primera página, en la que advierte sobre la melancolía de los entierros.Como una tenista derecha que prueba a pegarle a la pelota con la zurda y comprueba que puede colocar buenos golpes de revés, Mónica, una cuentista de raza, se arriesgó hace 25 años a escribir una novela y el resultado fue un libro bien escrito, que se puede leer de corrido.
Dividido en capítulos como cuentos cortos, el volumen está escrito con una prosa musical, lo cual hace juego con alusiones a un compositor al inicio de la obra y la aparición al final de un saxofonista estadounidense llamado Doug. Después de publicar por primera vez"Tonada de un viejo amor", la escritora persistió en los textos de largo aliento y en el 2009 ganó el Premio Iberoamericano de novela Elena Poniatowska. Tiene experiencia para hablar de género y lo hace de manera poética.
Mónica nada a contracorriente y llega al final con un libro que le hace un guiño a la condición de la mujer. Cristina se acuesta con dos hombres y la llaman puta, mientras Carlos tiene numerosas relaciones y es un macho de pueblo, admirado por sus conquistas."Todavía muchas mujeres permanecen sin un margen de libertad para granjearse un respeto. Por eso vivimos los feminicidios; las mujeres pertenecen a alguien y sino a nadie. En cambio Carlos es el golfo aplaudido.